Tuesday, May 3, 2016

3) Nelson & Motueka- Primer trabajo juntos

NELSON



Después de despedidas, llantos y abrazos con los del tambo salimos para Nelson por lo que teníamos aproximadamente 5-6 horas de viaje, llegamos alrededor de las 18 horas. Ciudad popular como dije antes, 18 horas que para los kiwis son como las 22 horas nuestras, obviamente no conseguíamos ningún lugar donde dormir. Empezamos llamando solo a los hostels que nos gustaban, cuando vimos que anochecía y seguíamos sin un techo para esa noche empezamos a llamar a todos los hostels y nada… ya estábamos pensando cómo nos íbamos a acomodar para dormir en el autito de dos puertas que la enana había comprado hacía un par de meses (después detallo bien el auto porque merece un párrafo aparte). Por suerte dimos con 1 hostel que tenía una habitación doble de dos personas que la habían reservado pero no se habían presentado ya y por lo que el dueño estimaba que no iban a llegar y estaba dispuesto a cedérnosla. Lo mejor fue que todo esto fue por teléfono con el dueño, sin ver ninguna foto ni dirección del lugar y cuando cortamos nos dimos cuenta que estábamos estacionados a menos de media cuadra del lugar que quedaba sobre una colina y teníamos el cartel del hostel enfrente a nosotros.
Subimos la colina con los combo de  mc donalds que acabábamos de comprar y llegamos al lugar. Si mal no recuerdo se llama “The Palace Backpackers”. Tengo la suerte de decir que he recorrido bastante y visto varios hostels pero nunca me tocó en uno tan feo. Era una casa en un costado donde vivía el dueño y después una casa más grande donde era el Hostel y estaban las habitaciones. Todo totalmente añejo. Lo peor fue que nuestra habitación no era en el hostel sino que en la casa del dueño.
El dueño era lo más parecido al viejo de volver al futuro que he visto. Pelo blanco y erizado pero sin casi dientes, campera de jean, pantalón de jogging y pantuflas y una locura galopante. Nos mostro la casa y para pasar a nuestro cuarto pasábamos por la puerta de su living y su cuarto, cuál de los dos más mugriento y desordenado. El cuarto de él, era una cama doble rodeada de papeles, libretas, y artículos de no menos de 20 años cualquiera de ellos, que tenía que saltarlos para entrar a la cama de la cantidad que eran.
Cuando entramos a la habitación no podíamos creer que nos estuvieran cobrando 55 dólares por eso. Cortinas de terciopelo de leopardo, cama y escritorio añejo, en mal estado y mugriento, las paredes pintadas con pinturas hechas por un huésped que le dieron permiso a hacerlo y eran todas mujeres desnudas, totalmente deformes y con cosas pegadas a la pared, chapitas, conchas de mar, etc. Increíble como ese hostel estaba lleno. Comimos y nos acostamos sin movernos demasiado y sin querer pensar mucho si esas sabanas las habían lavado o no.
Al día siguiente salimos a buscar trabajo, recorrimos casi toda la ciudad dejando curriculums pero nada es cara a cara, tenes que llenar mil formularios, dejar tu currículo impreso y esperar a que te llamen. Vimos que la mayoría de las plantaciones eran hacia el lado de Blenheim y hacia Motueka por lo que decidimos ir hacia Motueka porque era la ciudad más cerca de las playas más lindas.

MOTUEKA- Trabajo en los Kiwis y woofing



Acá el alojamiento es muy caro, pero encontramos una habitación en una casa de 3 cuartos por 180 dólares la semana que estaba bastante bien. La casa la administraba una chilena (Carla) y  los otros dos cuartos los completaban dos Malasios en una y en la otra habitación un Alemán y casualmente otro Uruguayo. Pero a diferencia de los otros encuentros que tuvimos, este uruguayo era bastante tranqui, con pereza hasta de vivir y de moverse y no interactuamos mucho. A los que más padecimos fue a los Malasios porque organizaron alguna que otra comida multitudinaria donde cocinaban platos que impregnaban la cocina de un olor a curry que duraba 3-4 días en irse además de que tenían cierto problema con el concepto limpieza y la mitad de las cosas no las lavaban.
 Empezamos a recorrer las plantaciones que veíamos cerca de la ciudad pidiendo por trabajo pero la mayoría decía que el trabajo ya estaba agotado hasta febrero. Hasta que dimos con una plantación de kiwis. Entramos y no había ningún cartel  de la empresa, golpeamos y nos dijeron que esperáramos por Kong que no tardaba en llegar y era con quien teníamos que hablar. Esperamos aprox 15 minutos hasta que llego una camioneta llena de extranjeros y entre ellos un Malasio, de unos 55 kg, remera por dentro del pantalón y paso acelerado. 5 minutos duró la charla:
Kong: “que quieren?”; Nosotros: “estamos buscando trabajo”
Kong: “Ok, les queda bien empezar el lunes?”  Para esta altura era jueves. La enana tanteo a ver si podíamos arrancar mismo el viernes o sábado pero él prefirió que no y listo estábamos contratados. No hubo papeles, permisos, carnet de salud, curriculums de por medio, test psicológico, nada, así de sencillo.
Como el alojamiento y la comida nos resultaban caros buscamos otra alternativa de ahorro, el woofing. El woofing viene de una iniciativa que se denomina: working on organics farms. Surgió como una página para trabajar en granjas orgánicas a cambio de casa y alojamiento, pero ahora se extendió bastante por Nueva Zelanda y otros países de Europa y América del Norte e involucran ya cualquier trabajo no solo en ese tipo de granjas. La idea es trabajar un par de horas por día en gral son entre 2 y 5 a cambio de alojamiento y comida. Hay de lo más variado, desde hostels, casas de familia para cuidar a los niños y te ofrecen un cuarto en su casa o granjas y campos.
En dos días ya habíamos conseguido uno, se trataba de una casa a 10 minutos de nuestro lugar de trabajo con los kiwis y donde íbamos a tener que lijar y pintar la casa. En principio la dueña de casa nos dijo que solo nos podíamos quedar 2 semanas, pero igual nos servía ya que significaba ahorrarnos casi 600 usd entre casa y comida por ese corto período de tiempo. Entonces esperamos a que se nos venciera la semana de alquiler del cuarto que ya habíamos pago y nos mudamos.
En los primeros días de woofing no existíamos físicamente, teníamos que trabajar 8 horas en los kiwis para llegar a la casa y empezar con la lijada y la pintada, realmente cansador pero entretenido. Creo que cuando sos consiente que estás haciendo algo por un período corto y por conveniencia y sabiendo que cuando te canses o te aburras lo podes abandonar, encontras motivación fácilmente.
Así que creo que acá vale la pena dejar por escrito una divertida anécdota que nos pasó mientras pintábamos, la mayoría de los que lean esto seguramente ya la conozcan así que salteen los dos próximos párrafos o léanla de nuevo si quieren. Resulta que estábamos pintando la pared exterior de la casa, cada uno con un tarro de pintura de distinto color y en distintas zonas de la casa ya que yo pintaba las partes altas y de mayor volumen y la enana pintaba en gral las partes bajas y que precisaban de mas delicadeza o mano fina, la verdad hicimos tremendo equipo. En una de las tardes que estábamos pintando decidimos cambiar y que ella siguiera con lo que yo estaba haciendo y yo lo de ella, ya que ella estaba llegando a una parte alta en la que no podía seguir. Me bajé de la escalera convencido de que solo me quedaba un escalón para abajo cuando en realidad quedaban 3, trastabillé un poco pero por suerte caí bien. Ella que en ese momento me vió se rió y le dije: “menos mal que no me caí, pero sobretodo menos mal que no se cayó todo el tarro de pintura que tengo ahí arriba apoyado en la escalera porque sería un desastre”.
La enana entro a la cocina por un vaso de agua y yo seguí con lo que ella estaba haciendo. Cuando ella vuelve empieza a empujar la escalera para moverla, sin entender porque estaba tan pesada, le da un empujón mayor y en eso cae el tarro de pintura de 5 lts recién comprado por la dueña a unos 10 cm de la cabeza de la enana y se desparrama por el piso, 10 cm que evitaron de que me riera hasta el día de hoy.  El tarro de pintura se deformó totalmente y se vació sobre el piso de cemento del garaje de la casa, al mismo tiempo que salpicó toda una pared entera. Checha con intenciones de arreglar un poco lo que había hecho pasó un trapo por la pared pero en vez de solucionarlo desparramo mas la pintura por la pared que terminó como esos cuadros de arte abstractos llenos de manchas y sin sentido que nunca supe valorar. Por suerte reaccionamos rápido, lavamos un tarro de pintura viejo (ya que el viejo no iba a cerrar más de lo mucho que se había deformado) lo mejor que pudimos y empezamos a juntar la pintura que se había desparramado. Una vez recuperada la mayor parte de la pintura, sacamos la hidrolavadora que habíamos ya tenido que usar en los primeros días para limpiar las paredes a pedido de la dueña de casa, limpiamos todo y pintamos de nuevo toda la pared. La verdad quedó impecable, y la dueña de casa solo se enteró porque decidimos contarle, ya que nos dimos cuenta que igual iba a enterarse ya que habíamos tenido que cambiar la pintura de balde.

A pesar de eso no nos echaron y ahí estuvimos instalados, en una mini casa que estaba al lado de la casa principal, donde teníamos nuestro cuarto, baño cocinita y living y toda la comida de todo el día. La granja estaba muy buena, estaba rodeada por la montaña de un lado y por el patio de la casa pasaba el río Motueka. Tenían 3 caballos, dos pony, gallinas, la perra nala que era espectacular, Louie (o como se escriba) que era un perro chico medio gordito que había quedado ciego y un gato, así que un mini zoológico. Además una huerta espectacular, árboles frutales (manzanos, ciruelos, limoneros, arboles de pera, etc.) un par de novillos para engordar y vender y una vaca de donde sacaban la leche todos los días. En resumen más de la mitad de la comida que teníamos era provisto por ellos mismos por lo que comimos muy bien y sano durante toda la estadía.
En los kiwis el trabajo era aburrido, Fran estuvo haciendo “thinning” que básicamente consiste en tantear uno a uno todos los kiwis y sacar los que estén feos o cuya forma no sea la adecuada ya que eran kiwis de exportación. Por mi parte estuve haciendo “prunning” que es hacer la poda de los arboles, sacar rebrotes etc. Pero por lo menos la paga era buena, sacábamos alrededor de 600 dólares por semana cada uno.
Cuando nos contrataron nos habían advertido de que el trabajo solo duraba hasta fin de enero, por lo que aceptamos igual pero teníamos que ver que hacíamos con las dos semanas que nos quedaban en el medio hasta el 19 de febrero que nos fuéramos a Christchurch. Pero como el trabajo en los kiwis depende del clima, si llueve no se trabaja, pensamos que capaz se atrasaba un poco y nos daba justo para llegar con trabajo hasta esa fecha. La realidad fue que no llovió casi nada en esas tres semanas, así que tuvimos poco descanso y el 30 de enero se terminó el trabajo.
Después de comerle la oreja (comerle la oreja=charlarle de forma de conseguir lo que quiero) al supervisor por varios ratos en esas 3 semanas de trabajo que tuvimos logré que a pesar de que cortó a todos a mi me dejara trabajando. La realidad era que quedaba solo trabajo de prunning para hacer, pero aprovechaban que cortaban todo el personal de thinnning para ya cortar también a los de prunning temporales. Pero un poco de charla con el supervisor y conseguí seguir trabajando aunque a la enana si la cortaron ya que por ser petiza no llegaba a las ramas superiores y no iba a poder hacer bien el trabajo. Igualmente nos vino bárbaro, las dos semanas restantes ella hizo las horas de woofing correspondientes a los dos, las 3 de ella y las 3 mías y yo trabajaba en los kiwis para juntar algo más de plata y de esa manera nos daba para disfrutar más del día.
En ese ir y venir de trabajo la dueña de la casa donde nos estábamos quedando, Margie nos ofreció quedarnos más tiempo en la casa. Nos dijo que venía una alemana a quedarse un par de días pero que podíamos quedarnos con ella si no nos molestaba e incluso ofreció pagarnos si precisábamos la plata y queríamos trabajar más horas. Así que en vez de las dos semanas iniciales que nos ofreció terminamos quedándonos un mes y medio.
 La familia se constituía por Margie (señora de verde en la cabecera de la mesa), la dueña de casa y una mujer súper simpática que no paraba de hacer cosas, tenía aproximadamente 52 años pero tenía la piel de una de 65 seguramente por tanto trabajo al aire libre, y se dedicaba a entrenar caballos pero de una forma muy particular que acá llaman “natural horsemanship” consiste en entrenar al caballo con la expresión y la energía del cuerpo en vez de pegarles y los gestos que se usan incluso cuando se anda en el caballo son un tanto distintos a la forma tradicional. Por ejemplo para frenarlos se tiene que sinchar el freno hacia atrás y hacia uno de los costados en vez de sinchar las dos cuerdas hacia atrás. O si querés que el caballo camine, en vez de golpearlo en la panza tenés que abrir las piernas, para que se sienta más liberado. Esta era la teoría, la realidad cuando salimos a andar a caballo era que era un complique, y los caballos eran bastante mimados y no siempre te daban bola, aunque hay que reconocer que esto era con nosotros ya que con ellas en gral andaban muy bien.
El padre de familia era Ian (veterano con cara de que no le gusta que le saquen fotos a la derecha), un personaje muy particular. Un veterano de la misma edad que ella pero que se dedicaba a enseñarle a la gente a sobrevivir en el bosque. A hacer cosas como refugios, prender fuegos cuando llovía, etc. El veterano era raro, nunca entendimos si le caíamos bien, mal o era simplemente súper tímido, porque no siempre te saludaba, muchas veces ni te dirigía la palabra, incluso el primer día que llegamos fue con quien nos encontramos en la puerta y en vez de saludarnos se dio media vuelta sin mediar palabra y se fue a buscar a Margie. Era cazador, muy bueno andando en kayak y era de ir a andar en bici por la montaña. Muchas veces se iba solo él con su perra por 2-3 días a algún bosque a pasar ahí. Ambos padres de familia habían trabajado de profesores cuando jóvenes, juntaron plata, compraron un par de viviendas y ahora las alquilaban para tener ese ingreso adicional a estas cosas que se dedicaban ahora. Incluso en este cuatrimestre estaban haciendo homeschooling con su única hija que trata de que los padres les enseñan a los hijos lo mismo que se da en la escuela pero lo hacen en su casa. Entonces por allá la niña estudiaba un rato de mañana después se iba a andar a caballo como su clase de deporte o nadar en el río, después leía otro poco y después tenía la tarde libre.
La hija única de esta casa era Tessa (la niña de negro al lado del Ian). Una niña de 13 años, lo más parecido a pocahontas que vi por ahora, pero rubia y con rasgos kiwis. Andaba a caballo sin montura, siempre descalza se iba a nadar al río cuando para nosotros el río corría demasiado rápido y no nos animábamos a tirarnos, incluso agarraba piedras y venía caminando por el fondo del río usándolas de plomada. Tocaba el piano pero lo raro era que no tocaba temas de su edad sino música clásica porque además no escuchaba la radio ni veía tele por lo que tampoco tenía idea de las banditas de música que las otras niñas a su edad escuchan. Entonces en vez de escuchar a One Direction o Justin Bieber en el piano tenías a Mozart o Bethoven.
Y el último personaje de esta casa era María (no le sacamos ninguna foto). María era una veterana que vivía en una furgoneta de esas largas que en gral llevan varias filas de asientos, acá son muy comunes, se usan sin los asientos como “mini casas rodantes”. Pero en gral son usadas por los mochileros como forma de ahorrarse el alojamiento y así hacer su estadía por NZ  más barata. Pero en vez de esto María era una kiwi que lo hacía como forma de vida y aparecía cada tanto en la casa de esta familia que le permitía estacionar su camioneta ahí. Lo más raro no era eso, sino que María vivía de hacer alguna changa pero también de aplicar una técnica que se llama “bone stress releasing” por el cual tocando un animal o ser humano en los puntos correctos y con la energía correcta, ese animal o persona se puede curar de dolores como pueden ser quebraduras viejas donde siempre quedó alguna molestia, o golpes fuertes, etc. Esas cosas que es creer o reventar…
Siempre fueron impecables con nosotros, una confianza ciega desde el principio al punto de que el primer fin de semana en la casa la pasamos solos. Algo bastante impensado en Uruguay en el día de hoy, dejar tu casa sola a dos totalmente desconocidos al 2do día de conocerlos, pero que la verdad estuvo muy bueno. El único detalle era que eran una familia muy naturista, muy a favor del tema del cuidado medio ambiente, los jabones, la comida era todo amigable con el medio ambiente y hasta ellos en el consumo del agua, por lo tanto casi no se bañaban!! Creo que en toda mi estadía los vi bañarse una sola vez sino era una nadada en el río y a dormir. Así hedían también estos cristianos… imponente, pero bueno, detalles nomas que quedan en el recuerdo de un muy buen primer mes neozelandés.




Así que con ellos pasamos mes y medio, anduvimos en kayak por el río con ellos, nos tiramos con gomas de tractor por los rápidos, anduvimos a caballo, bañamos los caballos en el río, en bici por la montaña y por los alrededores, compartimos varias cenas y comidas raras. Un mes de lo más entretenido donde al final hasta nos daba un poco de cosa comer demasiado o llevarnos la comida a nuestra casa ya que veíamos que ellos comían muy poco y que nos parecía que nuestro trabajo era demasiado fácil para lo bien que la estábamos pasando. Un mes donde desarrollamos la sana tradición de que todos los sábados íbamos hasta la cervecería artesanal que quedaba a unos pocos minutos del lugar y elegíamos una cerveza diferente para tomar ya sea en el río o en la playa.
Lo único que padecimos en esa casa fueron las sunflies. Unas mosquitas miniatura, iguales a las que en Uruguay hay en la fruta, pero con la diferencia que las de acá pican y pican fuerte. En el paseo de kayak nos devoraron literalmente, yo conté más de 20 picaduras en un solo pié y era insoportable para dormir. Ese fue el único “accidente natural” que tuvimos. Bueno, en realidad ese y que un día volviendo del río empecé a sentir que el labio se me hinchaba, a los pocos minutos tenía la mitad del labio inferior totalmente inflamado como si me hubieran dado una trompada. Pero tomé un antialérgico y a las pocas horas se me fue. Al día siguiente hablando con Kong (el supervisor en los kiwis) me comentó que a él le había pasado algo igual hace mucho tiempo y que le habían dicho que era reacción alérgica al sol, algo que puede ser cierto ya que justo ese día había sido el único en el que hasta el momento me había olvidado de ponerme bronceador.

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