NELSON
Después de
despedidas, llantos y abrazos con los del tambo salimos para Nelson por lo que
teníamos aproximadamente 5-6 horas de viaje, llegamos alrededor de las 18
horas. Ciudad popular como dije antes, 18 horas que para los kiwis son como las
22 horas nuestras, obviamente no conseguíamos ningún lugar donde dormir.
Empezamos llamando solo a los hostels que nos gustaban, cuando vimos que
anochecía y seguíamos sin un techo para esa noche empezamos a llamar a todos
los hostels y nada… ya estábamos pensando cómo nos íbamos a acomodar para
dormir en el autito de dos puertas que la enana había comprado hacía un par de
meses (después detallo bien el auto porque merece un párrafo aparte). Por
suerte dimos con 1 hostel que tenía una habitación doble de dos personas que la
habían reservado pero no se habían presentado ya y por lo que el dueño estimaba
que no iban a llegar y estaba dispuesto a cedérnosla. Lo mejor fue que todo
esto fue por teléfono con el dueño, sin ver ninguna foto ni dirección del lugar
y cuando cortamos nos dimos cuenta que estábamos estacionados a menos de media
cuadra del lugar que quedaba sobre una colina y teníamos el cartel del hostel
enfrente a nosotros.
Subimos la
colina con los combo de mc donalds que
acabábamos de comprar y llegamos al lugar. Si mal no recuerdo se llama “The
Palace Backpackers”. Tengo la suerte de decir que he recorrido bastante y visto
varios hostels pero nunca me tocó en uno tan feo. Era una casa en un costado
donde vivía el dueño y después una casa más grande donde era el Hostel y
estaban las habitaciones. Todo totalmente añejo. Lo peor fue que nuestra
habitación no era en el hostel sino que en la casa del dueño.
El dueño
era lo más parecido al viejo de volver al futuro que he visto. Pelo blanco y
erizado pero sin casi dientes, campera de jean, pantalón de jogging y pantuflas
y una locura galopante. Nos mostro la casa y para pasar a nuestro cuarto
pasábamos por la puerta de su living y su cuarto, cuál de los dos más mugriento
y desordenado. El cuarto de él, era una cama doble rodeada de papeles,
libretas, y artículos de no menos de 20 años cualquiera de ellos, que tenía que
saltarlos para entrar a la cama de la cantidad que eran.
Cuando
entramos a la habitación no podíamos creer que nos estuvieran cobrando 55 dólares
por eso. Cortinas de terciopelo de leopardo, cama y escritorio añejo, en mal
estado y mugriento, las paredes pintadas con pinturas hechas por un huésped que
le dieron permiso a hacerlo y eran todas mujeres desnudas, totalmente deformes
y con cosas pegadas a la pared, chapitas, conchas de mar, etc. Increíble como
ese hostel estaba lleno. Comimos y nos acostamos sin movernos demasiado y sin
querer pensar mucho si esas sabanas las habían lavado o no.
Al día
siguiente salimos a buscar trabajo, recorrimos casi toda la ciudad dejando
curriculums pero nada es cara a cara, tenes que llenar mil formularios, dejar
tu currículo impreso y esperar a que te llamen. Vimos que la mayoría de las
plantaciones eran hacia el lado de Blenheim y hacia Motueka por lo que
decidimos ir hacia Motueka porque era la ciudad más cerca de las playas más
lindas.
MOTUEKA- Trabajo en los Kiwis y woofing
Acá el
alojamiento es muy caro, pero encontramos una habitación en una casa de 3
cuartos por 180 dólares la semana que estaba bastante bien. La casa la
administraba una chilena (Carla) y los
otros dos cuartos los completaban dos Malasios en una y en la otra habitación
un Alemán y casualmente otro Uruguayo. Pero a diferencia de los otros
encuentros que tuvimos, este uruguayo era bastante tranqui, con pereza hasta de vivir
y de moverse y no interactuamos mucho. A los que más padecimos fue a los
Malasios porque organizaron alguna que otra comida multitudinaria donde
cocinaban platos que impregnaban la cocina de un olor a curry que duraba 3-4 días
en irse además de que tenían cierto problema con el concepto limpieza y la
mitad de las cosas no las lavaban.
Empezamos a recorrer las plantaciones que
veíamos cerca de la ciudad pidiendo por trabajo pero la mayoría decía que el
trabajo ya estaba agotado hasta febrero. Hasta que dimos con una plantación de
kiwis. Entramos y no había ningún cartel
de la empresa, golpeamos y nos dijeron que esperáramos por Kong que no
tardaba en llegar y era con quien teníamos que hablar. Esperamos aprox 15
minutos hasta que llego una camioneta llena de extranjeros y entre ellos un
Malasio, de unos 55 kg, remera por dentro del pantalón y paso acelerado. 5
minutos duró la charla:
Kong: “que
quieren?”; Nosotros: “estamos buscando trabajo”
Kong: “Ok,
les queda bien empezar el lunes?” Para
esta altura era jueves. La enana tanteo a ver si podíamos arrancar mismo el
viernes o sábado pero él prefirió que no y listo estábamos contratados. No hubo
papeles, permisos, carnet de salud, curriculums de por medio, test psicológico,
nada, así de sencillo.
Como el
alojamiento y la comida nos resultaban caros buscamos otra alternativa de
ahorro, el woofing. El woofing viene de una iniciativa que se denomina: working
on organics farms. Surgió como una página para trabajar en granjas orgánicas a
cambio de casa y alojamiento, pero ahora se extendió bastante por Nueva Zelanda
y otros países de Europa y América del Norte e involucran ya cualquier trabajo
no solo en ese tipo de granjas. La idea es trabajar un par de horas por día en
gral son entre 2 y 5 a cambio de alojamiento y comida. Hay de lo más variado,
desde hostels, casas de familia para cuidar a los niños y te ofrecen un cuarto
en su casa o granjas y campos.
En dos días
ya habíamos conseguido uno, se trataba de una casa a 10 minutos de nuestro lugar
de trabajo con los kiwis y donde íbamos a tener que lijar y pintar la casa. En
principio la dueña de casa nos dijo que solo nos podíamos quedar 2 semanas,
pero igual nos servía ya que significaba ahorrarnos casi 600 usd entre casa y
comida por ese corto período de tiempo. Entonces esperamos a que se nos
venciera la semana de alquiler del cuarto que ya habíamos pago y nos mudamos.
En los
primeros días de woofing no existíamos físicamente, teníamos que trabajar 8
horas en los kiwis para llegar a la casa y empezar con la lijada y la pintada,
realmente cansador pero entretenido. Creo que cuando sos consiente que estás
haciendo algo por un período corto y por conveniencia y sabiendo que cuando te
canses o te aburras lo podes abandonar, encontras motivación fácilmente.
Así que
creo que acá vale la pena dejar por escrito una divertida anécdota que nos pasó
mientras pintábamos, la mayoría de los que lean esto seguramente ya la conozcan
así que salteen los dos próximos párrafos o léanla de nuevo si quieren. Resulta
que estábamos pintando la pared exterior de la casa, cada uno con un tarro de
pintura de distinto color y en distintas zonas de la casa ya que yo pintaba las
partes altas y de mayor volumen y la enana pintaba en gral las partes bajas y
que precisaban de mas delicadeza o mano fina, la verdad hicimos tremendo
equipo. En una de las tardes que estábamos pintando decidimos cambiar y que
ella siguiera con lo que yo estaba haciendo y yo lo de ella, ya que ella estaba
llegando a una parte alta en la que no podía seguir. Me bajé de la escalera
convencido de que solo me quedaba un escalón para abajo cuando en realidad
quedaban 3, trastabillé un poco pero por suerte caí bien. Ella que en ese
momento me vió se rió y le dije: “menos mal que no me caí, pero sobretodo menos
mal que no se cayó todo el tarro de pintura que tengo ahí arriba apoyado en la
escalera porque sería un desastre”.
La enana
entro a la cocina por un vaso de agua y yo seguí con lo que ella estaba
haciendo. Cuando ella vuelve empieza a empujar la escalera para moverla, sin
entender porque estaba tan pesada, le da un empujón mayor y en eso cae el tarro
de pintura de 5 lts recién comprado por la dueña a unos 10 cm de la cabeza de
la enana y se desparrama por el piso, 10 cm que evitaron de que me riera hasta
el día de hoy. El tarro de pintura se
deformó totalmente y se vació sobre el piso de cemento del garaje de la casa,
al mismo tiempo que salpicó toda una pared entera. Checha con intenciones de
arreglar un poco lo que había hecho pasó un trapo por la pared pero en vez de
solucionarlo desparramo mas la pintura por la pared que terminó como esos
cuadros de arte abstractos llenos de manchas y sin sentido que nunca supe
valorar. Por suerte reaccionamos rápido, lavamos un tarro de pintura viejo (ya
que el viejo no iba a cerrar más de lo mucho que se había deformado) lo mejor
que pudimos y empezamos a juntar la pintura que se había desparramado. Una vez
recuperada la mayor parte de la pintura, sacamos la hidrolavadora que habíamos
ya tenido que usar en los primeros días para limpiar las paredes a pedido de la
dueña de casa, limpiamos todo y pintamos de nuevo toda la pared. La verdad
quedó impecable, y la dueña de casa solo se enteró porque decidimos contarle,
ya que nos dimos cuenta que igual iba a enterarse ya que habíamos tenido que
cambiar la pintura de balde.
A pesar de
eso no nos echaron y ahí estuvimos instalados, en una mini casa que estaba al
lado de la casa principal, donde teníamos nuestro cuarto, baño cocinita y
living y toda la comida de todo el día. La granja estaba muy buena, estaba
rodeada por la montaña de un lado y por el patio de la casa pasaba el río
Motueka. Tenían 3 caballos, dos pony, gallinas, la perra nala que era
espectacular, Louie (o como se escriba) que era un perro chico medio gordito
que había quedado ciego y un gato, así que un mini zoológico. Además una huerta
espectacular, árboles frutales (manzanos, ciruelos, limoneros, arboles de pera,
etc.) un par de novillos para engordar y vender y una vaca de donde sacaban la
leche todos los días. En resumen más de la mitad de la comida que teníamos era
provisto por ellos mismos por lo que comimos muy bien y sano durante toda la
estadía.
En los
kiwis el trabajo era aburrido, Fran estuvo haciendo “thinning” que básicamente
consiste en tantear uno a uno todos los kiwis y sacar los que estén feos o cuya
forma no sea la adecuada ya que eran kiwis de exportación. Por mi parte estuve
haciendo “prunning” que es hacer la poda de los arboles, sacar rebrotes etc.
Pero por lo menos la paga era buena, sacábamos alrededor de 600 dólares por
semana cada uno.
Cuando nos
contrataron nos habían advertido de que el trabajo solo duraba hasta fin de
enero, por lo que aceptamos igual pero teníamos que ver que hacíamos con las
dos semanas que nos quedaban en el medio hasta el 19 de febrero que nos fuéramos
a Christchurch. Pero como el trabajo en los kiwis depende del clima, si llueve
no se trabaja, pensamos que capaz se atrasaba un poco y nos daba justo para llegar
con trabajo hasta esa fecha. La realidad fue que no llovió casi nada en esas
tres semanas, así que tuvimos poco descanso y el 30 de enero se terminó el
trabajo.
Después de
comerle la oreja (comerle la oreja=charlarle de forma de conseguir lo que
quiero) al supervisor por varios ratos en esas 3 semanas de trabajo que tuvimos
logré que a pesar de que cortó a todos a mi me dejara trabajando. La realidad
era que quedaba solo trabajo de prunning para hacer, pero aprovechaban que
cortaban todo el personal de thinnning para ya cortar también a los de prunning
temporales. Pero un poco de charla con el supervisor y conseguí seguir
trabajando aunque a la enana si la cortaron ya que por ser petiza no llegaba a
las ramas superiores y no iba a poder hacer bien el trabajo. Igualmente nos
vino bárbaro, las dos semanas restantes ella hizo las horas de woofing
correspondientes a los dos, las 3 de ella y las 3 mías y yo trabajaba en los
kiwis para juntar algo más de plata y de esa manera nos daba para disfrutar más
del día.
En ese ir y
venir de trabajo la dueña de la casa donde nos estábamos quedando, Margie nos
ofreció quedarnos más tiempo en la casa. Nos dijo que venía una alemana a
quedarse un par de días pero que podíamos quedarnos con ella si no nos
molestaba e incluso ofreció pagarnos si precisábamos la plata y queríamos
trabajar más horas. Así que en vez de las dos semanas iniciales que nos ofreció
terminamos quedándonos un mes y medio.
La familia se constituía por Margie (señora de verde en la cabecera de la mesa), la dueña
de casa y una mujer súper simpática que no paraba de hacer cosas, tenía
aproximadamente 52 años pero tenía la piel de una de 65 seguramente por tanto
trabajo al aire libre, y se dedicaba a entrenar caballos pero de una forma muy
particular que acá llaman “natural horsemanship” consiste en entrenar al
caballo con la expresión y la energía del cuerpo en vez de pegarles y los
gestos que se usan incluso cuando se anda en el caballo son un tanto distintos
a la forma tradicional. Por ejemplo para frenarlos se tiene que sinchar el
freno hacia atrás y hacia uno de los costados en vez de sinchar las dos cuerdas
hacia atrás. O si querés que el caballo camine, en vez de golpearlo en la panza
tenés que abrir las piernas, para que se sienta más liberado. Esta era la
teoría, la realidad cuando salimos a andar a caballo era que era un complique,
y los caballos eran bastante mimados y no siempre te daban bola, aunque hay que
reconocer que esto era con nosotros ya que con ellas en gral andaban muy bien.
El padre de
familia era Ian (veterano con cara de que no le gusta que le saquen fotos a la derecha), un personaje muy particular. Un veterano de la misma edad que
ella pero que se dedicaba a enseñarle a la gente a sobrevivir en el bosque. A
hacer cosas como refugios, prender fuegos cuando llovía, etc. El veterano era
raro, nunca entendimos si le caíamos bien, mal o era simplemente súper tímido,
porque no siempre te saludaba, muchas veces ni te dirigía la palabra, incluso
el primer día que llegamos fue con quien nos encontramos en la puerta y en vez
de saludarnos se dio media vuelta sin mediar palabra y se fue a buscar a
Margie. Era cazador, muy bueno andando en kayak y era de ir a andar en bici por
la montaña. Muchas veces se iba solo él con su perra por 2-3 días a algún
bosque a pasar ahí. Ambos padres de familia habían trabajado de profesores
cuando jóvenes, juntaron plata, compraron un par de viviendas y ahora las
alquilaban para tener ese ingreso adicional a estas cosas que se dedicaban
ahora. Incluso en este cuatrimestre estaban haciendo homeschooling con su única
hija que trata de que los padres les enseñan a los hijos lo mismo que se da en
la escuela pero lo hacen en su casa. Entonces por allá la niña estudiaba un
rato de mañana después se iba a andar a caballo como su clase de deporte o
nadar en el río, después leía otro poco y después tenía la tarde libre.
La hija
única de esta casa era Tessa (la niña de negro al lado del Ian). Una niña de 13 años, lo más parecido a pocahontas
que vi por ahora, pero rubia y con rasgos kiwis. Andaba a caballo sin montura,
siempre descalza se iba a nadar al río cuando para nosotros el río corría
demasiado rápido y no nos animábamos a tirarnos, incluso agarraba piedras y
venía caminando por el fondo del río usándolas de plomada. Tocaba el piano pero
lo raro era que no tocaba temas de su edad sino música clásica porque además no
escuchaba la radio ni veía tele por lo que tampoco tenía idea de las banditas
de música que las otras niñas a su edad escuchan. Entonces en vez de escuchar a
One Direction o Justin Bieber en el piano tenías a Mozart o Bethoven.
Y el último
personaje de esta casa era María (no le sacamos ninguna foto). María era una veterana que vivía en una
furgoneta de esas largas que en gral llevan varias filas de asientos, acá son
muy comunes, se usan sin los asientos como “mini casas rodantes”. Pero en gral
son usadas por los mochileros como forma de ahorrarse el alojamiento y así
hacer su estadía por NZ más barata. Pero
en vez de esto María era una kiwi que lo hacía como forma de vida y aparecía
cada tanto en la casa de esta familia que le permitía estacionar su camioneta
ahí. Lo más raro no era eso, sino que María vivía de hacer alguna changa pero
también de aplicar una técnica que se llama “bone stress releasing” por el cual
tocando un animal o ser humano en los puntos correctos y con la energía
correcta, ese animal o persona se puede curar de dolores como pueden ser
quebraduras viejas donde siempre quedó alguna molestia, o golpes fuertes, etc.
Esas cosas que es creer o reventar…
Siempre
fueron impecables con nosotros, una confianza ciega desde el principio al punto
de que el primer fin de semana en la casa la pasamos solos. Algo bastante
impensado en Uruguay en el día de hoy, dejar tu casa sola a dos totalmente
desconocidos al 2do día de conocerlos, pero que la verdad estuvo muy bueno. El
único detalle era que eran una familia muy naturista, muy a favor del tema del
cuidado medio ambiente, los jabones, la comida era todo amigable con el medio
ambiente y hasta ellos en el consumo del agua, por lo tanto casi no se
bañaban!! Creo que en toda mi estadía los vi bañarse una sola vez sino era una
nadada en el río y a dormir. Así hedían también estos cristianos… imponente,
pero bueno, detalles nomas que quedan en el recuerdo de un muy buen primer mes neozelandés.
Así que con
ellos pasamos mes y medio, anduvimos en kayak por el río con ellos, nos tiramos
con gomas de tractor por los rápidos, anduvimos a caballo, bañamos los caballos
en el río, en bici por la montaña y por los alrededores, compartimos varias
cenas y comidas raras. Un mes de lo más entretenido donde al final hasta nos
daba un poco de cosa comer demasiado o llevarnos la comida a nuestra casa ya
que veíamos que ellos comían muy poco y que nos parecía que nuestro trabajo era
demasiado fácil para lo bien que la estábamos pasando. Un mes donde
desarrollamos la sana tradición de que todos los sábados íbamos hasta la
cervecería artesanal que quedaba a unos pocos minutos del lugar y elegíamos una
cerveza diferente para tomar ya sea en el río o en la playa.
Lo único
que padecimos en esa casa fueron las sunflies. Unas mosquitas miniatura,
iguales a las que en Uruguay hay en la fruta, pero con la diferencia que las de
acá pican y pican fuerte. En el paseo de kayak nos devoraron literalmente, yo
conté más de 20 picaduras en un solo pié y era insoportable para dormir. Ese
fue el único “accidente natural” que tuvimos. Bueno, en realidad ese y que un
día volviendo del río empecé a sentir que el labio se me hinchaba, a los pocos
minutos tenía la mitad del labio inferior totalmente inflamado como si me
hubieran dado una trompada. Pero tomé un antialérgico y a las pocas horas se me
fue. Al día siguiente hablando con Kong (el supervisor en los kiwis) me comentó
que a él le había pasado algo igual hace mucho tiempo y que le habían dicho que
era reacción alérgica al sol, algo que puede ser cierto ya que justo ese día
había sido el único en el que hasta el momento me había olvidado de ponerme
bronceador.
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